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jueves, 29 de septiembre de 2016

Perdón Papá



Me tomé el atrevimiento de escribir estas líneas inmerso en una calentura que hacía mucho no sentía. Por eso, y antes que nada, me quiero disculpar con vos, el culpable de lo que me pasa. Quizás seas el único de la familia que me entienda. Por ahí el abuelo, que se yo. Sin embargo, hoy te tengo que pedir perdón.
Vos me enseñaste a amar y a defender estos colores. Me enseñaste, también, a festejar cada uno de los goles. Gritarlos como si fueran los últimos y buscarte para unirnos en un abrazo cómplice. Y también me advertiste que no me duerma sobre los laureles cuando el equipo agarra una rachita de buenos partidos.
Hasta ahí el cuento es muy lindo. Pero esto de lidiar con las derrotas te lo juro que no me sale, no lo puedo asimilar. Admiro cómo vos lo hacés a tus 50 y pico. Quizás es la experiencia o la vida misma. Yo todavía no puedo, y eso que en estos 25 años me pusiste a prueba muchas veces: eliminaciones, alguna que otra derrota en un clásico y hasta un descenso.
Siento que me malacostumbraste, vos y esa historia que decía que hace un tiempo hubo un Rey que se vanagloriaba por sus hazañas, sus copas y su riqueza. El respeto que había adquirido por sus victorias en tierras ajenas y las vueltas olímpicas en la mítica Doble Visera. Éramos campeones de América y del mundo. Pero el tiempo pasó y hoy sólo quedan algunos resabios de ese prestigio. Perdón papá, pero me cuesta creerte todo eso.
Si fuera cierto, ¿por qué ahora nos cuesta tanto ganar? En mi memoria tengo un par de títulos y una innumerable cantidad de decepciones.¿Exagerado yo? No, vos me inculcaste esto. Y cada derrota es una decepción, porque cuando ganamos sé lo bien que la pasamos volviendo juntos caminando por Alsina o sentados en la cocina hablando de los pormenores que nos deja cada partido.
Te recuerdo que vos me enseñaste que hay una sola cosa a la que no podemos serle infiel: al escudo, pa. Él siempre va a estar ahí y oficiará de salvoconducto el día que, momentáneamente, nos separemos. Y aunque vos me quieras consolar con tu característico “tranquilo macho, el fútbol siempre da revancha”, te pido perdón. No puedo estar tranquilo mientras veo como volvemos a quedar afuera de una nueva copa. De nuestras copas. Ya perdí la paciencia.
En fin, vos sabés que estas angustias que sólo unos pocos entienden se curan ganando el próximo partido. Porque vos papá me inculcaste esta identidad. Pero no me pidas que me tranquilice y aguante hasta el domingo porque no te voy a hacer caso. Perdón, papá pero nosotros somos Independiente, el Rey de Copas.

domingo, 21 de agosto de 2016

Que Sean Niños Los Niños


"Que sean niños, y no clientes de las compañías de celulares, o vendedores de rosas en los bares, o estrellas descartables de la televisión.

Niños, no limpiavidrios en los semáforos, o botín de padres enfrentados o repartidores de estampitas en los subtes. 
Que no sean niños soldados, los niños. Que sean niños los niños, simplemente. Que no sean foto de un portal pornográfico. Que no sean los habitantes de un reformatorio.


Que no sean costureros en talleres ilegales de ningún lugar del mundo. 
Que sean niños los niños, y no un target.

Que no sean los que pagan las culpas. Los que reciben los golpes. Los bombardeados por publicidad. Que sean niños los niños. Todo lo aniñados que quieran. Todo lo infantiles que quieran. Todo lo ingenuos que quieran. Que hagan libremente sus niñerías.

Que se dediquen a ser niños y no a otra cosa.

Que no sean los que no juegan, los acosados por las preocupaciones, los tapados de actividades. 
Que sean niños los niños y se los deje preguntar sin levantar la mano, formar filas torcidas, llevar alguna vez la Bandera no por ser mejor alumno, sino por ser buen compañero.

Que sean niños los niños y no los incentivados con desmesura a consumir todo lo que saca el mercado.

Que sean niños, y no los que aspiran pegamento en una esquina o fuman paco en la otra, tan de nadie, tan desprotegidos.

Niños, no nombres que tienen que rogar por recibir el apellido paterno o la cuota de alimentos.

Que sean niños los niños.

Y que los niños sean lo intocable, que sea la gran coincidencia en cualquier discusión ideológica; que por ellos se desvelen los economistas de todas las corrientes, los dirigentes de todos los partidos, los periodistas de todos los medios, los vecinos de todas las cuadras, los asistentes sociales de todas las municipalidades, los maestros de todas las escuelas.

Que sean niños los niños, y no el juguete de los abusadores. 
Que sean niños, no "el repetidor" o "el conflictivo" o "el que nunca trae los deberes".
Niños, y no los que empujan el carro con cartones.

Que sean niños los niños, simplemente.

Que ejerzan en paz el oficio de recién llegados.

Que se los llame a trabajar con la imaginación o con lápices de colores.

Que se los deje ser niños, todo lo niños que quieran.

Y que los niños sean lo importante, que por ellos lleguen a un acuerdo los que nunca se ponen de acuerdo; que por ellos se dirijan la palabra los que no se hablan, que por ellos hagan algo los que nunca hicieron nada.

Que sean niños los niños y que no dejen de joder con la pelota.

Que sean niños en su día. Que lo sean todos los días del año. Que sean felices los niños, por ser niños. Inocentes de todo lo heredado".